Vanidad. La virtud absoluta de todos y cada uno. Reconocemos nuestras vanidades en el espejo del otro pero pretendemos hacerlas nuestras, olvidando que somos el reflejo ajeno.

¿ÉL O ELLA?

        Hay una nueva tendencia a lo largo y ancho de las pasarelas internacionales, revistas y advertising de moda: las modelos que no son mujeres, si no hombres que se hacen pasar por mujeres. Lo mejor: que lo consiguen. Hay algunos de ellos que podrían pasearse a sus anchas por el Victoria Secret's Show sin levantar ninguna sospecha de lo que esconden entre las piernas y seguro que provocarían grandes pasiones entre el público masculino.
Andróginos al poder ¿?
Señores, juzguen ustedes mismos. 

Andrej Pejic en el desfile de Gaultier de Alta Costura para el verano
                                                                                             2011. La última salida con el traje de novia.



                                      Valerija Kelava en el desfile de Balenciaga del invierno 2010
                                      


                                  Lea T. en la campaña de publicidad de Givenchy para este invierno

ORÁCULO

Lugar: París
Fecha: 24 de enero de 2011
Evento: Desfile de Alta Costura de Dior
Valoración: Igual de aburrido, anodino y simple que las últimas veces.
Oráculo: Ya lo decía yo, ya. Llevo diciéndolo dos años: A menos que Galliano se le aparezca la virgen con todos los santos y lo duchen con agua bendita para refrescarle las ideas y cambiarle el chip Galliano en Dior no tiene nada más que hacer, está totalmente acabado. Creo que de este tema en concreto ya no hay mucho más que hablar porque todo está dicho con anterioridad y sigue siendo igual de válido para hoy:


Dior AC verano 2011, 24 de enero de 2011 en los jardines del Museo Rodin, 14.30 horas






  


         

UNA VEZ MÁS, LOEWE


             No creo que sea fácil mostrar la esencia de una firma al primer golpe de vista en una campaña publicitaria. Normalmente lo consiguen todo menos eso: polémica sexual, excesos teatrales o futurismo robótico son algunos de los muchos temas que los publicistas lanzan al mercado para llamar la atención porque ese es su cometido: el impacto. Y en consecuencia la venta, o como mínimo que todo el mundo hable de ella, que ya es mucho. Pero por el afán de causar expectación, polémica e innovación muchos se olvidan de algo muy importante: que la campaña de publidad tenga el alma de la firma. Ese je ne sais pas quoi que la hace única. Los fotógrafos Mert & Marcus han conseguido un año más para Loewe una campaña de 10 con todo el contenido necesario para el éxito. El aire de poderío que siempre transmiten las prendas de Loewe se ve perfectamente reflejado en las imágenes tomadas en un cortijo andaluz. Pasión y señorío. Lujo decadente. Y por supuesto, protagonizado por los mejores modelos: Mariacarla Boscono y Andrés Velencoso. Cóctel perfecto para una publicidad de primera clase.








BAG-ART


No es cualquier cosa llevar colgado del brazo L'Inferno del Jardín de las Delicias de El Bosco diseñado por Lee Alexander McQueen.
Dos placeres en uno. Arte multiplicado por dos.



EL FILÓSOFO



      Absolutamente todas las cosas de este mundo tienen una razón de ser y un por qué. Hay personas curiosas que indagan en esos por qués de la vida simplemente por saber e intentar comprender. En cuanto sus preguntas son respondidas y su inquietud queda complacida clasifican los datos en su archivador mental y pasan a otra cosa. O a otra pregunta. Pero no quiero hablar de esa clase de personas. Hoy pretendo comprender yo misma, como buena curiosa, el por qué de la complejidad de otras mentes, que a mi modo de ver son más profundas o tal vez más retorcidas. Esas mentes que no se conforman con saber la razón sencilla y llana de las cosas, si no que necesitan ir más allá, explorando las entrañas de la comprensión y escarbando en los entresijos de las cuestiones más simples. Simples para nosotros, pobres mortales, no para ellos.

Hablo de los filósofos.

     Asomarse a la mente de un filósofo es toda una experiencia, y he de decir que al hacerlo peligra seriamente la sensatez de la gente como yo. Gente inocente. Gente que se conforma con poco. Un filósofo nunca se conforma, siempre quiere más. Es un avaricioso. Su sed de saber es extrema, poniendo en peligro su propia satisfacción personal porque casi nunca llega a un final concluyente. Percibo frustración. Una frustración voluntaria que roza el límite del masoquismo. O involuntaria quizá, porque el galope de su neurosis no es fácil de detener, ni por ellos mismos, y viajan por esta vida en un mar de preguntas que son la razón de su existencia sin que muchas veces puedan divisar una respuesta. Aunque, por supuesto, siguen buscando y no cesarán en su empeño hasta que una fuerza mayor como la muerte o la locura los frene.

       El filósofo me observa y piensa. Cada palabra o gesto son para él una revelación de preguntas sin respuesta que guarda de momento en un rincón de su cerebro para poder diseccionarlas a su gusto más tarde. Me escanea. Me cohíbe. Escruto con timidez sus ojos del color del infinito intentando percibir un leve rumor de sus reflexiones para poder alimentar mi propia curiosidad y también para saber en que momento debo aplicar mi escudo auto protector que hasta hoy creía tan eficaz ante los lectores del pensamiento, pero es en vano, porque intentar asomarme a la mente del filósofo es asomarme a la mía propia, que se cierra de golpe aterrada ante mis propios pensamientos reflejados en sus ojos, pensamientos sorprendentes que no quiero conocer. Instinto defensivo que solo pretende mantener intacta mi feliz simplicidad y mi cordura.



Para Alejandro, aprendiz de filósofo.

CINE, PALOMITAS Y CHER



       Chica de pueblo, guapa, buena persona, lista, simpática y huérfana, por supuesto, que ha soñado desde pequeña con ser bailarina, coge todos sus ahorros y se escapa de un trabajo cutre y mal pagado en su aldea natal para ir a Los Angeles. Allí encuentra por casualidad un club, regentado por Cher, donde queda deslumbrada por el espectáculo y las bailarinas del cabaret. Conoce al chico de la barra, del que se enamora, y consigue que la contraten de camarera hasta que un día descubren lo buena que es cantando y bailando, por supuesto, y acaba siendo la estrella del club. El malo de la peli, rico y guapísimo, intenta conquistarla pero ella lo rechaza porque es buena y prefiere estar con el camarero. Cher la casi adopta como hija y ella en compensación salva el local de la ruina en una sorprendente operación de intrincadas inversiones inmobiliarias. Y todos viven felices y contentos, por supuesto. Fin.

       Hay distintos tipos de películas: las buenas, las malas y las de entretenimiento masivo-social. Yo fui el otro día a ver una de las del último tipo, un poco arrastrada por un amigo, pero siendo plenamente consciente de lo que me esperaba y no voy a negar que en ese momento de estrés post fiestas navideñas me apetecía sentarme en una butaca y ver una película simplona, de las que no hay que pensar, de esas con un tema tan refrito que no aportan absolutamente nada, sólo entretenimiento puro y duro, sin preocupación por la trama o el desenlace, dejando divagar la mente en una relajación absoluta, que como espectadora, la única función es mirar como un autómata y vegetar cual planta ociosa. Que placer. Estoy completamente segura que hacer esto de vez en cuando es bueno para la salud mental y para el espíritu: dejar de pensar por unos momentos para que nuestro cerebro descanse y se purifique. Ver una película de entretenimiento masivo-social es como una clase de yoga para la mente. O como fumarse un porro en un momento de gran agitación. Relax. Descanso. Calma.
Y con ese tranquilo y decidido estado de ánimo me senté tranquilamente a ver Burlesque.
Pero, ay. Subestimé a Cher.
       Al minuto número dos ya me di cuenta de que había calculado mal porque es una película tan tremendamente frívola  que resulta imposible que pase desapercibida, así que decidí decirle adiós a mi relajación trascendental y rendirme ante los efectos del decorado recargado, los excesos aberrantes de retoques y photoshop y del guión de corta y pega, que de tan ridículo me tuvo en vela toda la película. Mis ojos iban y venían excitados en una intención de querer abarcar todos los detalles posibles y no perderme nada de esa obra tan magnífica del poderío hortera de la purpurina y el lamé. Nunca Cher ha hecho una manifestación tan clara de la grandeza del retoque y de su majestuosa vejez, nunca fue tan cierto eso de quien tuvo retuvo, y su cuerpo, queriendo mantenerse estilizado como antaño pero sin poder dejar de achacar los designios naturales, se equilibra entre la sumisión a la realidad o el grácil engaño de tener la misma apariencia que Cristina Aguilera, que es 45 años más joven. Si eso no tiene mérito, muy pocas cosas lo pueden tener. Que diva. Sólo ella podía hacer que este cóctel anodino pareciera una película con opciones a aplausos.