Vanidad. La virtud absoluta de todos y cada uno. Reconocemos nuestras vanidades en el espejo del otro pero pretendemos hacerlas nuestras, olvidando que somos el reflejo ajeno.

MADE IN USA


      ¿Cuánto nos puede enseñar una simple fotografía? ¿Qué sentimientos se intuyen en una mirada congelada en el papel? ¿Es posible que una sola imagen nos cuente una gran historia? Imagino que, de una forma u otra, cada momento ocurre y existe dependiendo de los ojos que lo miren.
        Hace unos días encontré por casualidad esta fotografía de Terry Richardson de 1998, ella es Christina Ricci. Y quedé fascinada.
        La esencia que desprende de la América profunda es sobrecogedora. Me atraviesa una mirada dura y desafiante pero infantil a la vez. La inocencia que mira con rechazo todo cuanto la rodea pero que sin embargo sabe que es su sitio, su hogar y no puede hacer nada por evitarlo y cede libremente a vivir una vida sombría que nunca deseó pero que le pertenece. Se mantiene preparada a la espera de que ocurra algo trágico en este lugar inhóspito y decadente, perdido en algún basto paisaje de Kansas o Arizona, porque algo ocurrirá tarde o temprano, ella lo sabe y todos los que la rodean también. Es la esencia del lugar y de la gente que lo habita. El padre que bebe y abusa de ella. La madre que quiere ignorarlo. El trabajo duro. El vestido barato. La casa humilde. Si alguna vez hubo un sueño pronto dejó de existir dando paso al amor resignado por lo que conoce y al rencor por lo que ignora, tal y como le enseñaron. La historia, efectivamente, termina en tragedia. Seguramente mate a toda su familia, los corte a trozos y los entierre en un congelador o algo parecido. Pero para ella no es tragedia. Es triunfo. Porque, de todos, ha sido la única que ha llevado a cabo aquello para lo que nació. Es hija legítima de esa tierra. El orgullo de su patria.