Vanidad. La virtud absoluta de todos y cada uno. Reconocemos nuestras vanidades en el espejo del otro pero pretendemos hacerlas nuestras, olvidando que somos el reflejo ajeno.

VACACIONES EN ROMA



         Siempre hay una primera vez para todo y casi todas las primeras veces de casi todo son bastante emocionantes sólo por ese hecho tan simple pero tan importante: la incógnita de lo nuevo. 
         Yo estuve hace poco en Roma por primera vez en  mi vida, muy emocionada y expectante ante todo lo que me podía ofrecer una ciudad tan bella y a la que me moría por viajar desde hace años. Planeamos los pocos días que teníamos para que todo fuese perfecto y poder aprovechar cada minuto. No soy la clase de turista que visita un país y se planta las zapatillas de deporte o las botas de montaña para andar, ni pretendo la locura de ver una ciudad entera en tres días aún corriendo el riesgo de sufrir parálisis cervical de puro agotamiento. Me gusta pasear tranquilamente, sentarme a tomar un café y leer una revista. Hablar con la gente, socializar con los nativos.Visitar relajada los sitios que más me apetezcan con la idea preclara de volver en otra ocasión para poder ver lo que falta. Y yo soy de las que vuelven. En mi viaje soñado a Roma pretendí ser una turista del tipo Audrey Hepburn a la que llevan en moto por el Coliseo y se mete en líos pero se hace amiga de todo el mundo, y si en una cafetería quiere pagar pero se da cuenta de que ha olvidado la cartera en el hotel, oh oh, no hay problema, porque la turista tipo Audrey Hepburn sale airosa de esas situaciones y siempre encuentra una romano encantandor que le paga la cuenta y encima se ofrece a llevarla a casa con su Vespa. A la turista tipo Audrey Hepburn nunca se le ocurriría coger un autobús atestado de gente y marearse, vomitar en las puerta del Vaticano y que la policia la multe que por ensuciar la limpísima e impoluta vía pública. Imagino que tampoco la echarían de un museo por hacer una foto -sin flash- a un cuadro de Diego Rivera. O entrar en Chanel y que me inviten amablemente a salir porque la tienda está tutti completa. Tampoco es muy apropiado para la turista ideal que le roben la cartera en la Fontana di Trevi mientras se esfuerza por hacer una foto en condiciones. Las turistas como yo, no como Audrey Hepburn, siempre corremos el riesgo de que el sueño se convierta en pesadilla y que la ciudad soñada baje del primer al último puesto en el ranking de ciudades favoritas en un sólo día. Y es que los grandes planes y la buena predisposición no tienen porque ir de la mano con la suerte, algo en lo que no había pensado. Tal vez Roma merezca una segunda oportunidad, aunque por ahora, no estoy muy dispuesta a dársela.