Vanidad. La virtud absoluta de todos y cada uno. Reconocemos nuestras vanidades en el espejo del otro pero pretendemos hacerlas nuestras, olvidando que somos el reflejo ajeno.

CORREVEIDILE

  

      Quiero creer que soy cotilla por imposición y no por decisión propia, eso me quitaría un gran peso de mala conciencia. Soy cotilla porque soy mujer y es mi misión.Supongo que hay ciertos elementos innatos de las mujeres como otros tantos lo son en los hombres. El misterio de la genética. Y de las hormonas.Yo tengo claro desde hace muchos años que tengo una inclinación por ciertos detalles sólo por el hecho de ser mujer y doy fe de que no es un tópico ni una leyenda urbana. Uno de esos tantos detalles es el arte del cotilleo. Y es que una fuerza superior nos obliga a todas las féminas a sentir una terrible atracción por los entresijos de las vidas de los demás.  Imagino que es estimulante comprobar que no somos las únicas que tenemos problemas y nos desquitamos de nuestras inseguridades complaciéndonos de las de los otros. La prima Bette era así. Aunque ella, a fuerza de embrollos,  rebasó el límite del inofensivo cotilleo tejiendo una telaraña de injurias y desprecios por todos aquellos que la rodeaban y eran más afortunados que ella tanto física como económicamente. Bette, inteligente y retorcida, atrapaba en su telaraña a todo aquél que la superaba, los mantenía unidos entre sí por un frágil hilo de plata que ella estiraba y agrupaba a su antojo, trenzaba las vidas de unos con otros para después autosatisfacerse cortando las hebras con intrigas y comadreos. Naturalmente acabó atrapada en su propia red siendo terriblemente castigada por el efecto de sus acciones. Balzac describió admirablemente en una crónica editada por entregas que más tarde se recogería en este libro, la conducta y supervivencia de los burgueses en el círculo de la alta sociedad parisina del siglo XIX.